Disfruté de su amistad durante muchos años. Era un hombre jovial y comprensivo y contaba los chistes como nadie. Te lo encontrabas en la calle y te decía: “¿Sabes este que…?” Y ya no parabas de reír hasta que te despedías. Una vez asistí a una cena en “Premier”, pues había venido un riojano amigo nuestro que tenía fama de saber muchos y aunque Tomasito al final tuvo que echar mano de su agenda secreta que desvelaba muy pocas veces, cuando ya no le respondía la memoria, ganó a su oponente y salimos de madrugada con los ojos llorosos y las mandíbulas desencajadas.
Aun estando lejos seguía unido a su Sevilla natal viendo diariamente Andalucía Televisión. Carmelita, su mujer, sevillana como él, ha mantenido el duende de la tierra y su hija mayor tiene una academia de Sevillanas.
Luego llegó la enfermedad implacable, ya muy mayor, y se fue sonriendo como había vivido.
Hace pocos días recé emocionado ante su cadáver y me llenó de ternura que se llevara en la solapa la insignia del Betis.
Yo deseo a Don Tomás Alonso Perlacia que goce allá arriba lo que nos ha hecho disfrutar a todos y se gane pronto con su gracia el puesto de contador de historias.