Como hijo de Guardia Civil, mi primo Antonio hizo la Mili voluntario junto a su hermano Teodoro en el Instituto Armado. Vivía en la calle Vírgen del Carmen y yo recordaba que un vecino suyo al poner una plaquita en su puerta donde habría de leerse “Sres. de Uridi”, dio tal martillazo sobre la placa que le saltó el esmalte de la palabra “Sres.” y hubo de disimular el desconchón con un papel engomado con la omitida abreviatura. En la vida civil fue cortador camisero y encargado de un comercio exclusivo situado en el mismo centro de San Sebastián.
Sólo se vendían camisas a medida, corbatas, pañuelos y otros complementos para hombres. Y recuerdo que por aquel entonces ganaba tres mil pesetas al mes y le pagaba el dueño cien pesetas todos los días. Llevaba una vida tranquila y sin pretensiones cuando un viejo representante de comercio, muy conocido suyo, le comentó que le había recomendado a un amigo que estaba a punto de fundar una empresa de materiales para la construcción. Mi primo Antonio le agradeció mucho su interés pero declinó la pintoresca oferta porque era lo más alejada de su formación laboral. A los dos días le llamó el propio empresario citándole para una charla amistosa. Tendría que sacar el carnet de conducir pues habría de moverse entre distintas obras. Le doblaría el sueldo y obtendría comisiones sobre las ventas que le permitirían contemplar un futuro ilusionante. Cuando le comentó a su jefe que dejaría el trabajo pasado un tiempo porque pensaba embarcarse en un proyecto nuevo le dijo de todo. Pero ya la idea de más actividad y movimiento había prendido en él. Acudía a una academia para conductores y se empapaba en el estudio de catálogos y técnicas de ventas de grúas torre, hormigoneras y otros materiales. De su anterior apatía había pasado a mostrar su simpatía natural y su gran habilidad de vendedor.
Su nueva empresa se llamaba “Forward!”, algo así como “¡Adelante!” según mis conocimientos del Inglés. Un día me vio salir de la Tabakalera y detuvo y aparcó su flamante Renault 4 para tomar un chiquito en el “Eguía” y contarme anécdotas de su nueva vida. Le pregunté por el nombre tan raro de su empresa y me explicó los motivos que habían llevado a su jefe a llamarla así. Era muy aficionado al cine de acción y un día presenció fascinado la película “Tres lanceros bengalíes”, en la que el 41 Regimiento británico de Bengala luchaba en el norte de la India contra las tribus de Mohammed Khan. Cuando el teniente McGregor, interpretado por Gary Cooper, arremetía sable en mano contra los numerosísimos insurrectos al grito de “Forward!”, le causó tal impacto, tan honda emoción, que decidió si algún día ponía un negocio bautizarlo con aquella palabra prodigiosa