Tenía mérito ir en bicicleta a Villamediana de Iregua. Y es que la guardábamos en un tercer piso y había que bajarla y subirla por las escaleras. El caso es que mi padre se fue a “la pieza”, un terreno sembrado de patatas para el consumo familiar que su hermano Eusebio le cuidaba a cinco kilómetros de Logroño. Mientras pedaleaba iría pensando en muchas cosas. La primera – supongo – que tanto viaje para traer ocho o diez kilos de patatas. Pensaría en la época en la que trabajaba en las Bodegas Franco-Españolas o en sus trabajos actuales en la Fábrica de Tabacos o quizás en los dos coches que tenía en “el punto” con su hermano Tino. El “Nash” M-36.000, adquirido para los viajes largos y ahora cerrado por negarse a ponerle un gasógeno; y el pequeño “Ford” para las carreras cortas que necesitaba constantes reparaciones. ¡Qué tiempos! Mientras miraba los paisajes conocidos recordaría su época de joven de veintidós años conduciendo por París un “Steir” como chófer de la familia Jalón. Y en estos pensamientos se fue acercando a “la pieza” cuando descubrió a un gitano que se le había adelantado. No era un hombre violento pero montó en cólera y logró requisarle la afilada navaja con la que extraía las patatas.
Mi hermano Carlos que guardó durante años la navaja y que la venía usando como delicado abrecartas me ha enviado una foto de la misma.