La Máquina de la Mentira

Le conoció en el hospital donde trabajaba como Psiquiatra. Era un enfermo dócil y disciplinado. Hasta podría decirse que causaba extrañeza que estuviera allí, pues además de Matemático y Físico era un conversador notable y escuchaba con atención. Sólo que estaba convencido de haber inventado la máquina de la mentira, por cuyo motivo legiones de enemigos querían destruirle. Dueño de una capacidad de persuasión poco común, al fin un día le refirió en qué consistía su invento que, por otra parte, estaba aún en fase de experimentación.

Al contrario de la conocida máquina de la verdad que solamente detecta si el sujeto dice o no la verdad al contestar a un cuestionario, su invento era mucho más preciso y mostraba en una pantalla lo que realmente estaba pensando el individuo, con independencia de lo que dijera, sin que se diera cuenta además, ya que no estaba unido a la máquina por ningún tipo de cable o conexión visible.

Y le exponía diversos ejemplos para demostrar su enorme utilidad. Desde el ama de casa que oyera decir a un comerciante “el artículo es de calidad”, al propietario de un negocio de venta de coches usados que afirmara “el coche ha sido revisado y está como nuevo”, a las opiniones de los asistentes a una boda que dijeran “la madrina iba elegantísima”, hasta un político local que hablara de “los logros conseguidos durante nuestro mandato”.

Al parecer, pulsando la máquina, podría leerse: “El artículo es una porquería”, en el caso del ama de casa, o: “El coche tiene trescientos mil kilómetros”, en el del vendedor de coches, o: “La madrina estaba hecha un adefesio”, en el de los asistentes a una boda, o finalmente: “Hay que reconocer que se habían propiciado gran cantidad de chapuzas”, en el del político local.

Nada había que objetar a su increíble invento si no era que había abandonado todas sus ocupaciones para tratar de perfeccionarlo y hacerlo más pequeño y portátil.

Después de oír sus explicaciones, el Médico le ponderó su asombroso trabajo, pero quedó desconcertado y aturdido cuando el enfermo pulsó en el prototipo y le mostró la pantalla en la que se leía: “¡Este tío está como una cabra!”.

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