La Lectora Intermitente

Tomé en Mercat de la Guineueta el autobús de la línea 47, como todos los días, para dirigirme a la Pl Catalunya. A esa hora hasta podía sentarme y enfrascarme en mi periódico. Era la primera diversión del día y disfrutaba así del largo trayecto y casi en su término, llegando a la parada de Bruc-Còrsega, observé a una señora dispuesta a apearse. Tal vez otros días yo iría distraído con mi lectura y no habría reparado en ella. De mediana edad, con hermosos ojos azules y una figura admirable, llevaba en la mano un librito bien encuadernado y se quitaba unas gafas que aún mejoraban su atractivo.
Al día siguiente repasé con la vista los viajeros y al descubrirla tuve que cambiarme dos veces de asiento para aproximarme a ella, pero cuando intentaba intuir qué tipo de lectura atraía su atención se quitó las gafas y se puso en pie para apearse en Bruc-Provença, la parada siguiente en la que lo hizo el día anterior.
El miércoles ya no desplegué el periódico y a pesar de mis argucias por acercarme conseguí únicamente cerciorarme de que leía poesía, dada la disposición de las páginas de su libro. Habíamos rebasado ya las paradas de los dos días anteriores y pensé que se le habría olvidado apearse en su sitio, pero con aplomo guardó sus gafas y se dispuso a bajar en Bruc-Aragó.
Pasé el resto del día pensando si leería a Bécquer, a Machado, a Salinas, a Lorca, a Hernández o a Neruda. O tal vez le interesasen San Juan de la Cruz o Santa Teresa. O se inclinaría por Verdaguer, Guimerá o Maragall. ¡Cómo me gustaría llegar a ver el título de su libro! Pero tuve que esperar al jueves para tratar de resolver mis dudas. Al localizarla en el autobús la vi más radiante todavía, tocada con una boina ladeada de color marrón. La dejé pasar y me embelesó su sonrisa de gratitud, pero sólo pude cerciorarme de que realmente leía un libro de poemas. Era imposible distinguir su contenido pues los textos tenían una letra muy pequeña que le obligaría a servirse de sus gafas. Para mi sorpresa se apeó en Bruc-Gran Via. Me consumía la curiosidad pues a medida que transcurrían los días se apeaba cada vez en una parada más próxima al final del recorrido.
El viernes la descubrí alborozado llevando un impermeable rojo charol y decidí pasar adelante para contemplar su hermoso rostro de lectora inteligente, aunque yo fuera de pie y sin intentar ni siquiera leer los titulares de las noticias. Según mis suposiciones, dejó pasar las paradas de Bruc y por tanto se apearía en la de Pl Urquinaona, pero me equivoqué y se apeó conmigo en la de Pg de Gràcia-Rda Sant Pere. Al descender se le cayó su libro y me precipité a recogérselo del suelo mojado a pesar de mi lumbago. Mientras lo secaba con mi bufanda para ofrecérselo impoluto leí al fin el título: “Rutes Transports Metropolitans de Barcelona”. Y al incorporarme tuve ante mis ojos la graciosa chapita que desde lejos creí siempre un adorno y que leí con avidez: Magdalena Puig – Inspectora TMB”.
Este relato ha participado en la 3ª Edición del concurso de relatos cortos de TMB organizado por Transports Metropolitans de Barcelona.

Entrada reeditada el 26/04/2008.

 Para Jose Luis y Nori.
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