Daniel Vázquez Díaz, ” Los monjes blancos ” oleo.
Cuando el Abad enfermó comenzó a hablar con palabras esdrújulas y su verbo fácil y ampuloso se redujo a respuestas de tres sílabas. Nadie supo explicar por qué no usaba monosílabos.
Si preguntaba o sugería algo obligaba a los interlocutores a hacer esfuerzos mentales para entenderle y no hacerle sufrir. Si decía “Vísperas” nadie sabía si estaba pendiente del oficio divino o pretendía suspenderlo, por lo que fue encerrándose en un mutismo doloroso y sólo se limitaba a responder.
– “¿Ha comido bien, reverendo Padre?” – “¡Bárbaro!”
– “¡Qué frío hace! ¿verdad?” – “¡Gélido!”
– “¿Ha apreciado Vd. el sermón del Padre Elías?” – “¡Óptimo!”
– “¿Qué opina Vd. de Irak?” – “¡Pánico!”
– “¿Qué le parece el nuevo predicador?” – “¡Lúcido!”
Pasado un año, y poco antes de su óbito, solía recitar una retahíla interminable, expresión sin duda de sus pensamientos y preocupaciones.
Épico, céfiro, dígito.
Éxtasis, génesis, diócesis.
Cántico, clérigo, lírico.
Pórtico, síndico, místico.
Cúpula, plática, túnica.
Órdago, tórculo, vínculo.