La decisión.

Es difícil este momento.  A pesar de mi firme decisión me resulta embarazoso. Llevo cinco años aquí y ha llegado el momento de cambiar mi camino. Me invade una sensación extraña, no sé si son nervios, miedo o ilusión, pero estoy agitada. Y ahora comienzo a flaquear. No, ya no dudo, pero en cierto modo tenía resuelta mi vida. La maleta la llenaré rápidamente. ¡Para cuatro trapos que tengo…! Casi los tengo desde que llegué, y cuando salga tendré que comprarme cosas nuevas. Es curioso. ¡Comprarme cosas nuevas…! Durante mi tiempo aquí raramente sentí la necesidad de renovar mis ropas y, sin embargo, es lo primero que he pensado, salir y comprar, gastar, entrar en la rueda del consumismo.

Ya me he despedido de las demás. Comprobaré mis cosas: el dinero, escaso, el billete para Granada y la carta de presentación para comenzar mañana un nuevo trabajo de Bibliotecaria de una institución. Y es el único mundo que no espero que cambie: el de los libros, pues todo ha cambiado tanto… Madrid es una ciudad limpia y silenciosa ya que los transportes públicos han sustituido el agobio del tráfico individual tan exagerado hace años…

Me quedan ya pocos minutos y realmente me siento intranquila, me muevo sin cesar; he comprobado y vuelto a comprobar si no olvido nada y si todo está ya en orden para irme. En el fondo estoy feliz por haber afrontado una decisión tan importante. ¿Ves? Se me olvidaba mi calendario de mesa. Ya es 26, 26 de Marzo de 2030. Cojo la maleta y camino silenciosamente por los pasillos hasta llegar a la verja y, al pasarla, me detengo un instante a ver un sol distinto, que alumbra más. Aspiro con fuerza el oxígeno y, sonriendo, con los ojos húmedos, me alejo lentamente.

 

  • Este es el único relato de mi hija Arantxa, escrito en 1981 y que incorporo con su permiso.
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