Es un documento con el que estoy familiarizado pues me lo piden con frecuencia para demostrar que vivo todavía y poder así seguir cobrando mis haberes sin sospecha de mis pagadores. Me persono en los Juzgados y tras las formalidades habituales de mostrar mi DNI y pasar el escáner accedo al Registro Civil donde siempre hay una cola de solicitantes que llena el local. Quince personas me preceden para llegar al mostrador y pedir el documento. Y lo peor es que tengo que estar de pie.
Advierto enseguida que hay otras seis personas apoyadas en el mostrador corrido, ante la cristalera traslúcida que protege la intimidad de las oficinas, afanadas en rellenar impresos y ordenar documentos y también están delante de mí, con lo que hago el veintidós, el vigésimo segundo. Y comienzo a sudar por el calor y el agobio y al fin me voy adaptando a la situación incómoda con docilidad.
Por enésima vez pienso que si hubiera dos ventanillas, una normal y la otra para incidencias, los que sabemos a lo que vamos tardaríamos mucho menos tiempo. Ya llevo diez minutos y esto no se mueve aunque detrás de mí se aglomeran otros cinco o seis ciudadanos.
Comienzo a fijarme en los avisos pegados en las paredes que son diferentes de los que yo recordaba. “Visite la Costa de la Luz” o “Guarde silencio”. Los de ahora, encabezados todos por “CCOO”, están por todas partes, incluso dentro del recinto de oficinas. No se ven siglas de “UGT”. Con los retratos fotocopiados del ministro Gallardón que, con el índice en los labios, advierte “PAGA Y CALLA” o “NO a la privatización de los Registros Civiles”. También veo fotos del presidente Rajoy en las que se lee: “Esto es un regalo del Sr. Rajoy a sus compañeros de profesión, los Registradores de la Propiedad”. Llevo ya media hora de espera y han salido tres personas. Me asusto al mirar para atrás.
Aparecen de repente unos chicos jóvenes con trajes oscuros y señoritas vestidas de fiesta, de corto, que muestran brazo en alto un impreso junto a su DNI y dicen vocingleros que el Juez les había citado a las once y ya son y cuarto y pasan todos al mostrador porque se casan. Recuerdo que hoy es viernes y hay bodas civiles.
Cuando por fin llego al mostrador están las dos funcionarias de siempre, ambas muy activas aunque una de ellas desaparece tras la cristalera durante algunos ratos. Me fijo en un aviso que desde lejos no conseguía leer: “Hay hojas de firmas para decir NO a la privatización de los Registros Civiles”.