Un poco escéptico fui leyendo la carta de mi hermano, en la que me anunciaba que tenían un nuevo portero. Parpadeé varias veces tratando de comprender su euforia por la noticia.
Me comentaba que era educadísimo, muy trabajador y voluntarioso. Al parecer se llama Demetrio, es boliviano y a él le llama don Carlitos y a mi cuñada le da mucha risa. Eso sí, siempre con una inclinación respetuosa.
Me quedé algo asombrado de que mi hermano asumiera el tratamiento, para mí despectivo, pero al seguir leyendo se despejaron mis dudas. Al salir por la mañana coincidió con un vecino llamado Marcelo y el portero les saludó con un – ¡Hola don Carlitos y don Marcelito!
Y mi hermano se quedó al fin tranquilo y decidió enviarme la carta jubilosa.